-¡Hola hijo!. ¿Esto es un bar?. ¿Puedo dejar las bolsas un momento?.
-No señora, no es un bar, ¡pero traiga, traiga, que yo se las guardo!.

Era lunes de plaza. Justo delante tengo una parada de autobús, así que podéis haceros una idea del ajetreo de gente que hay en hora punta. Pasada medía hora, la mujer volvió por ellas, cargada de más bolsas. No me da vergüenza admitirlo, así que he de confesaros que me puse hasta nervioso. Fue el primer “cliente no oficial” que recibí. Aunque saliese por aquella puerta sin unas fotos de carnet, ¡no sabéis bien la ilusión que me hizo!. Se fue con un gracias y me dejó una manzana.

Imaginé, desde el principio, el estudio como un lugar de encuentro. Eso es lo que quería, que además de cumplir las condiciones para llevar adelante mi trabajo, el espacio resultase acogedor, donde todos os sintieseis igual que yo: como en casa. Consideré esto de gran importancia. Y es que una de las premisas principales en mi forma de ver la fotografía es conocer, antes que nada, a la persona. A vosotros. El compromiso que adquiero hacia quien confía en mí, ya no solo en el ámbito personal sino en el profesional, es pleno. Al final, esa confianza es reflejada, de una u otra forma, en cada foto que os entrego. En color. En blanco y negro. El resultado que es sino más que la mayor de mis inquietudes: plasmar en imágenes el mejor de vuestros recuerdos.

Mi agradecimiento más sincero a esas decenas de personas que a lo largo de estos doce meses se han pasado por el estudio. Podría nombrarlas una a una, pero no quiero arriesgarme y pasar por alto a nadie. Gracias a todos esos padres; parejas; abuelos… porque me han permitido no solo ser el fotógrafo de comunión de sus hijos; su fotógrafo de bodas; el fotógrafo de sus nietos… Han tenido la generosidad de darme la oportunidad de ser su amigo. Gracias a vosotros, que os habéis detenido un par de minutos a leer estas líneas de gratitud. Gracias a los que me permitieron, permitirán, desnudar su alma ante mi cámara, con la intención de inmortalizar un instante de aquello que es lo más importante: su vida.

Hace exactamente un año desde que abrimos. Hablo en plural porque quien os habla, únicamente es la cara visible, el que lleva la cámara y el que firma cada una de las fotos. Y es que desde incluso mucho antes de empezar esta aventura, el apoyo incondicional de mi familia; de mis amigos; es el pilar más importante de mi trabajo. De mi forma de vivir. En definitiva: de mi vida.

Hoy, cumplimos 365 días de un sueño cumplido; y de sueños que nos quedan por cumplir.

GRACIAS!,
Sergio

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